Nos encontramos cerca de la ciudad de cantera, la noche lo cubre todo con su manto, la lluvia embriaga las praderas y nuestro refugio es un milenario roble abierto por las criaturas de los bosques.
Falta poco para empuñar la maza junto a ellos, la vieja magia que ya no está en mis manos se agita en el viento y danza alrededor de la fogata mientras los rayos y truenos golpean la tierra. Es la noche previa a la batalla, mañana nos encontraremos ante las hordas de creaturas de la noche y de los distintos mundos, pero ahora nuestras armas se encuentran en su funda, se preparan también.
No es la primera vez que me encuentro junto a los Defensores del Reino, y sin embargo ahi les veo ahora como compañeros de armas, dos de ellos conversan con la naturaleza, escuchan la tierra y a las plantas, les hablan y escuchan la magia. El otro guerrero ve a la lluvia mientras prepara su martillo gigante, está convencido de la batalla próxima y aguarda al alba. La última defensora es la que les reclama descansar para el día siguiente mientras sigue jugando con sus espadas, así pues asentimos y nos acurrucamos en cualquiera de los espacios del tronco.
Me sentía nervioso, tenía las armas y las técnicas aprendidas, y mañana frente a mí el amanecer.
Cerré los ojos, de pronto sentí un movimiento cerca de mí, unos labios frescos y cálidos en mi mejilla y una respiración relajada… me atreví a abrir los ojos y junto a mí la guerrera de las espadas ya descansando.
-Del diario de Nathaniel Steampunk-
