martes, 15 de diciembre de 2015

Se encuentran ahí o por allí.



Los brujos se encuentran a sí mismos y entre ellos. No solo es el sombrero de punta, aunque es un gran referente, sino es también algo en la mirada, la sensación que dejan en el lugar donde estuvieron sentados, el aroma del aire, algo se quema. La nariz también les revela, pues aunque no en todos, sí la mayoría tienen un sistema direccional bien calibrado y de alto alcance.

Los brujos se encuentran en las noches de luna, sin luna y una luna a mordidas, pero que sea de noche, donde no los molesten, donde puedan habitar a la luz de las velas, tocar sin ver la piel en deseo y romper las cadenas en taciturno diálogo, despojados de restos de una supuesta realidad bajo un sol deslumbrante.

Los brujos y las brujas se encuentran entre las ondas de radio y las de luz; a través de puertas grandes, u obscuras, en los rincones de las bibliotecas paganas, comprando hierbas extrañas o de cacería de luciérnagas por las noches. Se dejan notas, glifos en los árboles, mensajes con gatos y perros. Hay algunos que incluso arrojan su voz en la brisa y el viento para que llegue a los oídos del otro: no estás solo, esta noche somos dos, diez, miles…”

Los brujos no se encuentran haciéndose de ilusiones de grandeza y otros mundos, ellos solo atraviesan portales, crean puertas, intercambian su lugar con otros o solo distorsionan la realidad hasta ajustarla lo necesario, como unos binoculares combinados con caleidoscopio.

Al final y como siempre, los brujos se encuentran entre ellos; si no has visto alguno, puede que no seas brujo, después de todo, ellos están tras la puerta, en los jardines y en las calles; en los bosques, en las selvas y los desiertos,  pero tú no los verás si ellos no quieren.

O tal vez si...¿encontraste esto?

¿Realmente fuiste tú?