martes, 19 de julio de 2016

Hacia la incertidumbre

Ahora sí creo que le debo unos tres árboles más al mundo, ya los plantaré. Por el momento trataré de entender ésta sensación, pues nuevamente me arrojo al vacío, al viento, al aire.

No sé a donde me lleve esta ocasión, han sido 169 (7) días intensos donde no me he dejado caer, donde he luchado contra mí mismo y contra el resto; noches de esfuerzo y un torrente de letras que me golpearon una y ota vez.

 



La Cabaña está vacía,
El Puente ha caído,
La Torre en ruinas,
El Desierto aguarda,
La Puerta abierta,
La Oscuridad se remueve...





Al final de cada una está la flama, violácea, danzante de la noche, llave oscura, sueño de plata.

Creeré en ello, una vez más...no se otra cosa. Sé que si emprendo el vuelo, por las noches volveré a escribir. Sé que si vuelvo a caer, ahí mismo me pondré a garabatear letras ilegibles, una a la vez y éstas me contarán una historia, una nueva historia.

lunes, 11 de julio de 2016

Trago de agua.

Viajante al otro lado del cosmos,
a la oscuridad del universo, respondo;
caminante sobre estrellas y planetas lejanos,
danzante por las sombras de resplandores olvidados.

Me vierto a mí mismo sobre este tonel que suelo ver cada noche,
allá arriba en ese firmamento, en ese acrílico psicodélico, brillante se aleja,
brillante se quema, brillante se hace polvo de estrellas, en super nova agonizante.

Cierro los ojos...falso, los abro como nunca antes, los abro de par en par, deseosos, sedientos,
añorantes del viaje, vibrantes ante la certeza de la nave espacial, del cohete que está por despegar.

Tres,
Dos,
Uno,
Despegue.

De pronto, viajo más allá de mi ser,
dejo atrás mi viejo cráneo que se desmorona,
se vuelve arena, perdido al viento, arena en el mar.

El cerebro no está ahi dentro, tampoco hay más órganos,
fueron los primeros en cambiar, en prepararse, cuatro simples vacijas,
y en una tabla de silicio, todos juntos en este cuerpo, el nuevo modelo que tengo.

La ignición ya pasó, puedo ignorar el traqueteo usual, los golpes en el casco, la turbulencia inicial.

Chequeo de condiciones, todas las explosiones correctas, todos los impulsos necesarios, incluso creo que no se ha desarovechado ni un poco la fuerza con que fue arrojado todo a través de la atmósfera.

Abro mis ojos, veo el cosmos, ya no es un acrílico, ahora la acuarela se va moviendo, se disuelve a mi paso, mientras, la ignición sigue a toda potencia.

No recuerdo nada más bello que el mundo abrirse, desgarrarlo un poco para dejarlo atrás, romperle como vieja botella al caer. Ahora ya es la inercia, presiono los botones indicados y se abren las velas;
surco el mar, me golpea el agua a cada costado al girar a babor y estribor.

Caigo de mi cama...

-Caray, no debí dormirme a la orilla - Me dije al sentir el frío suelo y el polvo haciendome estornudar una y otra vez.

Voy hacia la mesita de noche, tomo un trago de agua de un vaso que dejé antes de dormir y relajo el cuerpo, la nuca, la espalda, los hombros y la columna.

Una mirada, solo una ligera a la ventana antes de volver a descansar.

Fuera está Ganímedes, de nuevo, y pienso en la siguiente estación espacial.

Tres horas de sueño, antes del despegue.