domingo, 21 de noviembre de 2010

Lovecraft, el Helado y el Terror



Pensando en el sabor de su helado, recorrió con la mano las hojas de aquel pequeño diario, se remontó a aquellos horrores cósmicos que más de una vez de entre sueños lo habían despertado y escribió:


“El joven Carter se acercó al precipicio con aquella mirada aterrada, fuera de sí mismo… (Mmh vaya, este helado de vainilla sabe aterradoramente bien)… y tratando de vislumbrar a través de la inmutable obscuridad… (Creo que veo el fondo del barquillo, debería pedir otro helado…)… se petrifico ante la presencia de lo innombrable a su alrededor… (-Disculpe mesero, ¿haría el favor de traerme otro helado de vainilla?, ¿y podría también tratar de no aparecer tan de ponto tras de la clientela?)...

(Ahm, ¿en que me quede?, ah es cierto…) El Silencio gobernaba a su alrededor, fue la sensación más escalofriante a la que el joven Carter se haya enfrentado antes. No sabia que se encontraría frente a sí mismo, pero por extraña enajenación, sus piernas seguían avanzando hacia él (oh gracias por el helado joven). El frio se apodero nuevamente de su cuerpo al adentrarse en aquellas tinieblas abrazadoras.

Finalmente comprendió que sus movimientos, sus pensamientos, todo en él se había abandonado completamente al horror… (Debería seguir viniendo por más helados a este lugar, son fascinantes…).

Así, el escritor tomó la pluma, su diario y les guardó bajo el brazo mientras que sostenía embelesada mente el helado con la otra, respiro profundamente y se dirigió a casa a seguir soñando con monstruos desconocidos.

Poco sabía del origen de aquel helado terrorífico.


( Howard Phillips Lovecraft fué un escritor estadounidense , creador del llamado horror cósmico. Curioso me parce el detalle de que a pesar de ser un ente realmente raro e introvertido , tenía un goze peculiar por de los dulces, chocolates y el helado por lo que me inspiró a esta pequeña redacción)

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sábado, 6 de noviembre de 2010

Fetichismo literario


Cuando hablamos de un fetiche, hablamos de ese elemento simbólico y representativo que acompaña nuestra acción; ese detalle sin el que podría perder sentido y significado. Sin embargo, ¿cuando hemos pensado que algo tan cercano podría ser un fetiche, un objeto tan simple como un libro?

Creemos en nuestro ídolo y sentimos que le da razón de ser y cuando leemos… gozamos de la manera más íntima y total con nuestro fetiche. Cuando tomamos un libro, nos perdemos en sus páginas y es nuestro este objeto al que otorgamos la carga catéxica tan vital, nuestras emociones.

Pensarnos como fetichistas nos parece tan lejano; es esa idolatría a la que nos unimos al añorar la buena lectura con toda la compañía que esta nos otorga, el deseo del libro y sus páginas para nuestros anhelos y satisfacción.

Los adictos a las hojas empastadas, a los grandes volúmenes, tenemos este fetiche un tanto curioso y poco explorado del de los libros. Pensamos en el libro como el gran portal al mundo de la mente, el sueño literario.

Reímos con el libro, lloramos con él con cada vuelta de hoja; lo golpeamos con arrebatadora furia y odiamos a sus creadores. Abrazamos nuestros libros al dormir para soñar con nuestros héroes, amores, encantos y desencantos para a la mañana siguiente volver a ellos o guarecerlos en su sagrado recinto.

Y helos ahí, acumulados, en su rincón, en su repisa, escritorio y librero. Nos gusta tenerlos, acumularlos, como si así lográramos tenerlos, trofeos de nuestros ojos, propiedad de nuestras supuestas ideas, cascarones de nuestras inspiraciones mentales, pues todo gran lector, escritor analista científico y quien se digne de decir sí leo se vuelca a sus fetiches y adora a sus congéneres literarios.

Somos fetichistas los lectores, creemos en el papel y sus abrigos de tapa blanda o dura, sin importar si el mundo digital crece y amenaza con la existencia de nuestros fetiches y aún si así fuera, este mundo es tan solo otro templo de adoración.

Pensamos en ellos como nuestro símbolo del saber, nuestro objeto de conocimiento, la imagen de ellos en nuestra mente ala cual nos entregamos sin vacilar por un momento, ¿que tendría de malo, si es un libro, fuente de sabiduría?

Y en verdad, no podríamos hacer menos… un objeto tan común, simple, sencillo, pequeño, un medio tan accesible para adentrarnos a la mente de los escritores, darles rienda suelta en nuestra maquinaria mental, a nuestra capacidad creadora y permitirles construir en ella grandes sueños, fantasías, verdades y vida. ¿Cómo negárnosle al placer de pasar los ojos sobre las letras impresas? ¿Cómo negarse a la seducción de las palabras?

Imaginar la lectura sin libros parecería una locura, ¿Dónde quedaría ese objeto del que podemos adueñarnos para nuestro goce mental?

Finalmente hoy antes de dormir, los haremos de nuevo, veneraremos ese libro inconcluso con nostalgia, guiaremos nuestra mirada a nuestros amados ya leídos de principio al final, y sea cual sea la emoción, no le negaremos a nuestro fetiche algo de cariño y atención.

martes, 2 de noviembre de 2010

2 de noviembre - Dia de los Muertos

Llegaba la calaca,
con guadaña y hasta mallas,
según ella con las horas,
del pirata ya contadas.

Llamando a la entrada,
mientras su copete arreglaba,
afilaba su guadaña,
y su discurso preparaba.

Toc toc, clanc toc...
hasta quince veces la purta toco;
la escotilla derribó y un pastel en el rostro recibió,
la flaca, creo, un poquillo se irritó.

Alzando la hoz con determinación,
vociferando en idioma de muertos gritó.
Tropezando, fierros, maquinarias y latón,
tratando de encontrar algo entre todo el vapor.

De arriba a abajo,
de la cabina de control hasta el refirgerador,
atravesando cada corredor,
e incluso dentro del colchón.

Salió corriendo del dormitorio,
habia algo raro ahi dentro,
algunos monstruos y otros inventos,
bajo la cama, las paredes y hasta el techo.

El Pimiento de Halloween
Buscó en toda la Calíope y entendió,
que la nave, el pirata y todo el vapor,
son los sueños de un loco escritor.


¡¡Feliz dia de los Mueeertoooooooos !!