martes, 11 de junio de 2013

Mi Steam-Cannabis

De miradas perdidas en el horizonte, una vuelve y se vuelca en el matiz del paisaje. Dentro del muy variado y

maquillado horizonte, se incluyen tonos delirantes entre los que destacan los púrpuras, verdes y azules kamikaze.

Recuerdo este sueño, es el que tuve alguna vez cuando era pequeño, pero me dijeron que no podía todo ser color verde intenso y le puse otros colores para que creyeran que estaba cuerdo.

Y creo que estoy cuerdo, solo que no concuerdo a la hora de ver los tonos que me devuelve la mirada en el entramado alejado de la pupila y que se reflejan con tanta confusión junto con los sonidos y los movimientos.

Pero primero vayamos a cómo es el horizonte.

Recuerdo bien como entraba  la luz por la pupila, esa cosa que se pegaba en el cerebro, se desbordaba por transducción a las neuronas y se revolcaba en pedazos en los hemisferios. A veces el cuerpo calloso interviene y le da algún nuevo matiz, sustituye uno que otro engaño con tonos más veraces y cuando hago esto de recordar, me vienen a la mente esos delirios fugaces.

Arrancando unos cuantos trozos de tierra, los pego en el cielo para darle algo de tridimensionalidad, para que haya algo más que tocar con la mirada, e igual, arranco del cielo algunos cuantos gramos y se los aviento al agua, como si fuera limonada y la agito para que el oleaje haga sombras y más formas.

Respirando mi Steam-Cannabis, sueño que me veo en sueños, preguntándome lo que es etéreo, destilando lo real del onírico pensamiento.

No es que el mundo sea bárbaro y violento, solo diluyo la supuesta verdad en un líquido ámbar con tonos de anís y ajenjo, el cual dejo en una olla hirviendo mientras me suelto a los pensamientos en un desván viejo.

Siento que esas ideas son algo inciertas y volátiles; que no es que sea verde o amarillo, solo que es violeta confundido en un prisma sin brillo.

Son ilusiones que crean los que han perdido el sueño y vagan en un mundo de sombras, limbo de los atestados por sus pesares, temerosos al acecho en sus reales pesadillas.


Repongo la caldera y pongo algo más de ámbar, por un momento creí ver un atisbo de terror asomándose por la ventana, pero era de esperarse que entre sueño y sueño se pierda un poco el efecto.

Ahora solo es que me diluya en pensamientos de coloraciones parpadeantes que, danzando, brincan del suelo y se desmayan en el firmamento.