sábado, 27 de octubre de 2012

Empatías, Ucronías y Galimatías

Creo que el trabajo entre libros a veces requiere de un cuerpo ágil y de intelecto móvil para su expansión y brazos largos, los simios en verdad serían más eficientes si fueran empleados para estas funciones, o creo eso desde los últimos meses en que sigo leyendo sobre el sistema bibliotecario de la Universidad Invisible de Ankh-Morpork. 

Diversos teóricos destacados del tema como Eskarina Smith, así como investigadores recientes como Ponder Stibbons han hecho grandes aportes a la comunidad  misma y sin embargo de un modo u otro siguen referencias de las largas listas de registros bibliográficos, lo cual habla de esta labor investigativa.

Hay que considerar, además, que el trabajo académico es toda una hazaña, no solamente el consumir gran cantidad de textos y que la demencia tenga que tomar una silla a un lado tuyo para charlar amenamente cada vez que el libro acaba, sino que también el tener que hablar frente  a una cantidad considerable de entes de dudosa especie y convencerles de que las expresiones gráficas de Magrathea, así como su desarrollo vitalista basado en el conocimiento son solo alegorías estéticas.

Pasando a un tema semejante y paralelo, que al mismo tiempo cae en vertiginosa perpendicular, la galería de desarrollo de infraestructura subterránea de Moria aún sigue en trabajo de remodelación debido a la gran cantidad de criaturas indeseables que rivalizan en cantidad con toneladas de polvo y telarañas acumulados al paso del tiempo, puede ser que se requieran mayores esfuerzos para poder hacer algún avance significativo antes del aniversario del gran apagón del Balrog.

Sinceramente no me gustaría estar trabajando ahí, ya es mucho decir que trabajo en libros viejos y antigüedades el tiempo necesario como para extrañar la máscara anti polvo y algunos de los amuletos más necesarios para tratar con semejante cantidad de arcanos.

Me recuerda a aquel día en que me encontraba haciendo un catálogo variado de arcanos entre los clásicos Litteris infernali, Ossa antrum et daemonum, el casi siempre espeluznante Quid inveni sub lecto uno die pythonissam calvus y el excesivo pero al mismo tiempo inaccesible Quae ad pacem nolo nocte in carrariam. Cómo olvidar las cuadras de persecución de un demoníaco Gallico Canis Infernale y la impactante escena en que confundió a un taquero con un hueso viejo para roer.

Claro, desde ese entonces me encuentro algo más preparado para cualquier intrusión de alguna dimensión desconocida (con un anti transdimensional portátil), o en atención constante para cualquier cosa más allá del tiempo (no dejo el reloj en ningún momento, más que para dormir, pero solo es cuestión de no ponerme a buscar llaves de plata mientras estoy soñando). Incluso he considerado en cargar con unos cuantos tubos vacios de pintura para levantar colores que caigan del espacio y venderlos a buen precio, siempre y cuando sea muy, muy lejos de donde me encuentre, no sea que la influencia de los colores junto con el Octarino se vuelvan un vorágine de caos, de esas clásicas que le gustan a todos, llenas de criaturas misteriosas, grandes alborotos, iluminación diaria con influencia nocturna de oscuridad (ah esos soles que dan luz negra como molan) que acabe en otra noche de zombies.
 
No hay problema, claro, con los zombies, ya muchos a nivel sociedad hay como para angustiarse de otros que aún no han decidido aparecer, sin embargo dejaré atados unos cuantos cordeles y señalamientos en mi ejemplar importado de: “The Dark Forces: A Guide to Self-Protection”.

Hablando de quejas, tal vez destaque mencionar que a la fecha no he hecho las paces con el francés, que aunque haya una que otra rola aparentemente atractiva,  sinceramente preferiría aprender a hablar Wookie…

Regresando a un esquema más sencillo de expresión, he de decir que los últimos días he tendido hacia ese retraimiento que les da a las personas cuando se encuentran caminando lejos en ese desierto atemporal de las ideas mientras que el transporte público avanza con hilarante velocidad a través de los páramos urbanos.

Indudablemente es un momento de alta influencia sobre la partícula creadora de ideas; innovaciones, formas de encontrar atajos, o antojos y que se vuelve una migraña a largo plazo si no es aspirinatizada dentro de algunas páginas de libreta, comentarios a la compañía de a un lado (sea o no invisible, y considerando que la invisibilidad no resta importancia o existencia al resto de personalidades, amigos imaginarios y otros seres astrales) o plasmada de alguna manera en el inquietante pero constante que hacer diario.

Volviendo a los túmulos de la vida diaria, ayer cayó un meteorito en la ciudad, bueno, en un pedazo de la ciudad, el restante es lo suficientemente grande como para seguir con la vida y empezar a gozar algo de la expansión turística, que ahora incluye a una gran cantidad de científicos, científicos locos y unos cuantos profetas de eso que aparecen cada fin de semana firmando que algo le pasará al mundo o diciendo: “se los advertimos”.

Como si no fuera suficiente tragedia saber de la inminente fuente periodística de Lemony Snicket sobre el acontecer de la vida ajena como para que ahora vengan profetas diciendo cada barbaridad salida de un libro de rezos, hojitas de té, milenarias transcripciones (con más tachones que exámenes académicos) o delirios subcuánticos de dudosa fuente (muy probablemente atribuible a alguna omniconsciencia esquizoide).

Creo que hubiera disfrutado más con la tan ansiada inundación de la ciudad, pero albergaré esperanza a la temporada de lluvias, con suerte y el gran cráter pueda irse llenando poco a poco hasta conformar algún lago pesquero, por el momento me conformaré con el letrero en el camión que en lugar de decir Circuito (referido a que va por todo el periférico de la ciudad) ahora dice: Semicircular y Cráter.

Bien, va siendo tiempo de que vuelva al trabajo, ya me he robado este rato para redactar solo un poco de lo que fueron los últimos días, y admito que ya creía que iba a desvariar un poco,  pero creo que he aclarado con dinamismo y realismo y de forma breve una ausencia que ni tan ausente, pero si presencialmente ausente, no ha perdido de su presencia más que la redacción que hago aquí presente.

Así pues, vuelvo a tomar la espada, los amuletos y talismanes, empaco todo en la mochila, me pongo el sombrero brujo y el parche en el ojo mientras hago un poco de tiempo a que se abra el portal (esos agujeros de gusano que se vuelven toda una sensación a la hora de atravesar distancias largas).

Aquí mas sobre otros brujos y demás: