jueves, 7 de julio de 2011

Paseo desde Tirrlian-B

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Y desde aquí veo nacer al sol y las estrellas, que se mantienen firmes y brillantes a la vista. 

Después de tres meses de caminar en la más profunda de las soledades, el tiempo de volver a casa llega y debo prepararme para ello. Extraño el viento en mi rostro, los sonidos de la ciudad, una palara dirigida a mí ser, tanto que he dejado en casa que ahora espera mi regreso.

Me detengo y contemplo este desierto, siento cada paso que doy en este lugar, me veo reflejado en la sombra que proyecto y trato de tocar de nuevo la oscuridad en el cielo.

Es hora de volver a casa, pero aún así quiero un último paseo.

Contengo el aire en mis pulmones, cierro los ojos, sé que me encuentro en el lugar más allá de la luz y que en poco volveré de la penumbra a mi transporte, pero hay tanta calma que deseo tomarla, hacerla un pequeño velero en mi corazón y llevármela el resto de mi vida, saber que hay un lugar con tanta paz y con una mirada tan bella.

Regreso sobre mis pasos, la hora apremia al que llega en forma y debo estar antes de la cena del día de mañana en casa.

Tras veinte minutos, subo en la escotilla de la nave, trato de ponerme cómodo en los controles y enciendo el motor. Los aparatos, las señales y todo se encienden, el lugar se llena de color y sonido, descanso mi espalda en el asiento y pongo en marcha el movimiento.

Es increíble el panorama, no como en casa que el cielo es azuloso con sus miles de estrellas, aquí la negrura del cielo solo se compara con las millones de luces en todo el cosmos.

Recuerdo cuando caminaba en los parajes de mi hogar, había praderas hermosas, y también muchos como yo, pero cuando camino en esta paz de un lugar tan desolado me siento distinto, aquí no hay ruido o sonidos que me contaminen, aquí puedo cantar y ser escuchado por mí, puedo correr y si brinco podría volar más allá de los ojos que puedan verme.

He llegado a la base, puedo volver a casa, saludo a mis compañeros, les entrego lo que he encontrado en mi último paseo y les entrego unas notas que escribí la última semana. Dejo las llaves de mi vehículo y subo a la nave grande, es tiempo de volver a casa y dejar el sueño.

La ignición comienza y dejo aquel sitio donde disfrute tanto de mi soledad, ahora entran personas a la nave y me preguntan cómo me siento. –Bien- les digo , -creo que es tiempo de volver a casa- les digo sonriendo, ellos aplauden, uno incluso asoma unas pequeñas lágrimas.

Al día siguiente me despido de todos los compañeros, ellos seguirán en este lugar de soledad, caminaran por la base y recorrerán todo en los vehículos luminosos.

Llega una persona, me parece conocida, me saluda, me abraza, y dice que iremos juntos a casa, yo sonrió y salimos por la puerta principal.

Natanael
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