miércoles, 18 de abril de 2012

Cuento Brujo




Beso a una rana, de pronto ésta se convierte en bruja. 

Ayudante, sirviente, amante.

La bruja me convierte en príncipe, tiempo después cabalgo hacia el sur y llego al mar. 

Abordo una embarcación, me vuelvo pirata. 

Ha pasado el tiempo y me tuesto al sol, me seco y me convierto en sal.

Caigo al agua y la corriente me arrastra a la orilla. 

Construyen y destruyen castillos de arena, el viento me aleja y me lleva a los desiertos.  

Convertido en cristal, viajo hasta un vitral. 

Por la fuerza de una bala de cañón, exploto en mil pedazos y me levanta una niña en la calle. 

Me cubre, me cambia y me vuelve espejo. 

Le sonrió cada día hasta que de mí se olvida. 

Tras el paso de años quedo embrujado y olvidado

 Vivo en un bazar y paso a manos de la bruja.

Ella recuerda el pasado y labra un marco alrededor del espejo.

Por los días reflejo y por las noche respiro madera. 

Danzas, cánticos y llamaradas.

Caigo de la mano de la bruja al fuego. 

Abrazadora, la caricia me funde y me vuelve cenizas. 

Soplado al viento, vuelvo a la vida y dejo de ser todo para ser embrujo de luna.

La sombra toma cuerpo y me cubre como una manta.

Vuelvo a los brazos de la bruja.

Ungido, criatura, amante.


Cuentos para Noche



miércoles, 11 de abril de 2012

Tres Sueños


Torres alzándose altas, curvas y macabras al cielo. El sonido de los pasos tras la puerta oscura te hace imaginar a las criaturas que estarán tras de ella, reptando, corriendo, cojeando incluso. 

No bastará con acercarse  a la muralla, no si la curiosidad impera  ante la voluntad, y aquella cuerda aún resiste el peso del cuerpo cansado.  Balanceando el peso, arribar a uno de los peldaños bajo los ventanales  permite ver las sombras inquietas alzándose y danzando alrededor de una gran hoguera.

Tras remover varios trozos del cristal, los murmullos se convierten en gruñidos, los ligeros golpes se vuelven roca y madera quebrándose y los monstruos seguían danzando, sin saberse observados. Rodeando cuidadosamente las paredes del pasillo, todo era cuestión de llegar a la puerta del vestíbulo.

El gran vestíbulo  solo se iluminaba por velas y permitía ver su gran cantidad de puertas. Cada una enmarcada con símbolos y relieves de animales. La última a la izquierda tenía cuervos y dragones en todo el contorno y un símbolo en forma de espiral. Tal vez esa fuera la ruta, mas sin estar del todo seguro sobre el desino de semejante entrada.

Una escalera larga se alzaba frente  a la puerta, y al seguirla, ésta comenzó a girar convirtiéndose en un torbellino escalonado, negro y lleno de penumbra interrumpida por los ruidos de afuera y las luces en las ventanas y respiraderos.

El último peldaño y una puerta vieja de madera. Al abrir, un cuarto rojo y cobrizo resplandeció como si la luz del día estuviera ahí contenida junto a la figura recostada en la cama y sus ojos brillantes.

Los monstruos siguieron danzando alrededor del fuego.
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El sonido de un río me llamó la suficiente atención como para buscar su desembocadura. Algo extraño había en el agua, parecía aullar y gruñir mientras corría.

Tras los matorrales estaba ya el rio, fluyendo cristalino y veloz, gruñía, respiraba, y lo vi desembocar desde las fauces de un gran lobo de roca. Era más que una estatua, parecía estar escarbado en la cueva y daba vida a las aguas que fluían desde él.

Entré en la boca y seguí el curso inverso del agua, parecía seguir aullando en la leania mientras recorría la garganta hasta llegar  a lo que consideré los pulmones. 

Debía estar bajo una ladera o pequeño monte, pues la cueva estaba llena de raíces por todos lados… raíces brillantes y doradas que me permitían seguir el camino.

Los pulmones acabaron, y el recorrido por una columna vertebral ígnea me llevó hasta una nueva salida, desde ahí, el sonido de los aullidos y gruñidos tan solo eran agua corriendo desde una gran pradera y a lo lejos una ciudad.

Cientos de ladrillos erigían edificios, torres y murallas. El viento chocaba y gritaba, renegando las paredes, y el silbido que emitía al alejarse daba una sensación de abandono, pues solo el viento parecía recorrer la ciudad.

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Una realidad con torres lejanas en tierras extrañas, llenas de libros y hadas.

Un gran libro abriéndose tras el clic de un candado del tamaño de una palma.

Desde el centro de las hojas, un tornado destruye el techo, arrasa con toda la habitación sumerge en colores, polvo, cenizas y arena la realidad. 

Era sumergirse en un mar y encontrarse a entre las embarcaciones abandonadas a la orilla de la playa. Espadas, pistolas, plumas y esqueletos tirados por doquier, pero los piratas ya habían ido a cavar al centro de la isla.

El tiburón, inquieto, nadaba alrededor de una de las barcas y el tripulante en ésta se limitaba a ver desde su catalejo. Las sirenas lo seguían llamando, pero él se había quedado sin remos.

Del otro lado, había una puerta irreal e imposible a media playa. Parecía sacada de una película surrealista. 

Tras la puerta había una serie de construcciones megalíticas haciendo círculos y marcando figuras. Entre estas rocas había hadas persiguiendo goblins. Los goblins no podían hacer mucho, pues las hadas les jalaban las orejas y no los dejaban dormir. Bajo uno de los Dolmen había un troll durmiendo la siesta, no le preocupaban las hadas pues su piel era muy gruesa como para sentirlas molestar.

El sol de la tarde brillaba sobre todo el valle. En el aire se veía una embarcación montada sobre un dirigible y se mantenía anclada atada a un puente de roca. 

Un goblin pasó corriendo por el puente y cayó en el río por no ver el ancla. Las hadas rien y siguen molestándolo mientras los otros goblins se esconden. 

Es solo una tarde tranquila en tierras oníricas.