lunes, 23 de noviembre de 2015

Bajando la Torre


Corrió a través de las largas escaleras, casi tropezando por la prisa de abandonar la Torre. Había tiempo, de eso estaba seguro. Mientras que en su mano aún sostenía el pedazo de separador roto, en su mente tenía la vaga idea de una salida y alguna especie de libertad.

Como cualquier Torre antigua que diera a una biblioteca, la escalinata era larga y delgada, un giro muy largo y lento, tal vez hecho para ir bajando tranquilamente con un libro en mano, o daba el tiempo de ascender deseando a sobremanera el encontrar algún libro oscuro y prohibido.

No importaba ya, lo único importante era el separador, quemarlo o alejarlo del lugar de donde había escapado.

El fín de las escaleras estaba frente al Goblin, quien se había hecho en el último momento de una de las antorchas por si la noche lo había asaltado ya.

La gran puerta cedió ante el tercer intento de empujarla.

Un bosque oscuro, iluminado vagamente por las almenas de la torre y las gotas de la noche entre sus ramas.

Mejor que cualquier oscuridad total.

Mucho mejor que cualquier prisión o esa Torre.

Un sueño más real que cualquiera del libro del que había escapado.

La noche lo recibió con un gran abrazo de sombras y sonidos de ramas quebrándose y chamuscándose con su antorcha.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Rupestre

Perseguí trece días la luz por toda la ciudad. Finalmente la perdí en medio de un callejón de paredes marchitas y puertas cerradas.

Desistí.

Decidí no desistír un instante después de pensarlo. 

Le pedí a un amigo prestada su casa de campaña y volví al mismo lugar donde aguardé a encontrar la luz o alguna otra señal pero ho hubo nada.

El sueño se reveló a la octava noche de frio, cansacio, desvelo y latas de atún vacias en el callejón.

En él, había una figura casi humana danzando alrededor de la puerta, dentro y fuera de ella, jugaba con una esfera, pero no un cristal ni pelota, sino la forma real de la esfera de luz que yo buscaba.

Esa misma mañana me hice de una tiza y recordando las sombras que quedaron en mi mente esa noche, dibujé la figura que brincaba y danzaba entorno a la luz.

La tarde golpeo con su calor y luz todo el callejón, por lo que nadie, fuera de mi, notó el brillo saliendo de la puerta bloqueada con cemento. La figura se movía en la pared, danzaba en dos dimensiones alrededor de la puerta ahora iluminada por la esfera. Esta giraba y revoloteaba en su mismo sitio.

Quize tocarla.

Traté de ir hacia ella.

La puerta se abrió con la luz de la esfera, el danzante me tomó de la mano y me jaló hacia el nuevo portal creado en la luz.

Desperté a la mañana siguiente exaltado, la luz me había llevado de vuelto al origen, a casa. Tomé la antorcha y volví a mis pinturas en las cuevas. 

Ya había logrado hacer casas, animales y personas, la cacería, la pesqua y nuestros cultivos habían empezado a funcionar y el hechizo seguiría... siempre que las cuevas estuvieran pintadas con todo ello. 

"Cada pintura crea el mundo...", eso decía el chamán, "sin animales, no hay caza, sin peces, no hay pesca, sin hombres, desapareceremos".

La pregunta ahora era, ¿cómo pintaría el portal y el futuro?