-¡Eh, niño, no te alejes tanto!-
se escuchó de una voz adulta tras un chiquillo que jugaba entre los escombros de una casa de tabiques.
El pequeño hizo caso omiso del adulto (bien hecho) y caminó hasta haber
creído escuchar algo.
Volteó a sus lados y al pie de un árbol vio algo
brillante. Acercándose poco a poco, empezó a escarbar entre las hojas y la
tierra.
-¡Genial, un escudo!- Gritó de
emoción al haber encontrado lo que quedaba de una tapa para rin. La empuñó y le dió varios golpes con una gran vara de madera.
-¡Ahora si soy todo un guerrero!- exclamó al retornar con el resto de niños, todos estaban jugando e imaginando historias
imposibles.
Conforme iba alejandose, las
hojas alrededor del árbol se agitaban. Detrás del tronco se parecía haber una figura en
armadura con una espada colgando de su cinto. Con la mirada luminada , sus ojos siguieron al grupo que jugaba y correteaba de un lado al otro blandiendo varas de madera y al que usaba escudo.
-Nos volvemos a ver- Pronunció una voz
que quemaba las hojas secas a su alrededor.
-Tan solo es un niño- Respondió suavemente el caballero.
Dando la espalda a ese momento, el caballero se alejó junto al dragón y se desvanecieron tras una cortina de polvo y viento.
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