Los brujos se encuentran a sí mismos y entre ellos. No solo
es el sombrero de punta, aunque es un gran referente, sino es también algo en
la mirada, la sensación que dejan en el lugar donde estuvieron sentados, el
aroma del aire, algo se quema. La nariz también les revela, pues aunque no en
todos, sí la mayoría tienen un sistema direccional bien calibrado y de alto
alcance.
Los brujos se encuentran en las noches de luna, sin luna y
una luna a mordidas, pero que sea de noche, donde no los molesten, donde puedan
habitar a la luz de las velas, tocar sin ver la piel en deseo y romper las
cadenas en taciturno diálogo, despojados de restos de una supuesta realidad
bajo un sol deslumbrante.
Los brujos y las brujas se encuentran entre las ondas de
radio y las de luz; a través de puertas grandes, u obscuras, en los rincones de
las bibliotecas paganas, comprando hierbas extrañas o de cacería de luciérnagas
por las noches. Se dejan notas, glifos en los árboles, mensajes con gatos y
perros. Hay algunos que incluso arrojan su voz en la brisa y el viento para que
llegue a los oídos del otro: “no
estás solo, esta noche somos dos, diez, miles…”
Los brujos no se encuentran haciéndose de ilusiones de
grandeza y otros mundos, ellos solo atraviesan portales, crean puertas,
intercambian su lugar con otros o solo distorsionan la realidad hasta ajustarla
lo necesario, como unos binoculares combinados con caleidoscopio.
Al final y como siempre, los brujos se encuentran entre
ellos; si no has visto alguno, puede que no seas brujo, después de todo, ellos
están tras la puerta, en los jardines y en las calles; en los bosques, en las
selvas y los desiertos, pero tú no los verás si
ellos no quieren.
O tal vez si...¿encontraste esto?
¿Realmente fuiste tú?