Suelo tomarme la noche muy en serio. Son esos momentos en
que la luz taciturna y apagada de la calle entra por la ventana y me hacen
susurrar palabras a nadie, al silencio o a mí mismo si es que alcanzo a escucharme.
Otras tantas son las noches que paso al filo de las letras,
plumas pinceles y tinteros. Ideas de color, o letras que enumeran sinfín de
tonos captados entre el sueño, la madrugada y el amanecer.
Huele el silencio a pasto y tierra mojada, sabe a concreto y
otras a cal quemada. Pero se respira en lo profundo, en lo interno. Se desea la
sensación y ésta vuelve a través de las horas de la hechicería, magia y
espejismos.
Puede que esté dormido y sueñe que escribo, o tal vez
escribo el sueño que debería estar viendo tras los ojos y que de un modo u otra
busca tocar por lo menos el cristal que le separa de ésta realidad.
Murmullos de la noche, y Noche bailando afuera con un Nesu[1]
recién llegado del África.
Puede ser que sean estas las horas e que me hundo en los
pensamientos de mayor carga onírica y de penumbra; poco a poco me dejo envolver entre las
sombras, dejo que las ideas taciturnas, la onírica desaforada y letras sin
sentido o cortadas a la mitad entren a mi alrededor, como si escuchara heavy
metal y moviera la cabeza al son del gran arco previo al coro.
Noches en que escucho voces contándome historias, les llamo
Noche, les llamo los cantos del viajero, sonidos venidos de ensueño. Horas
abandonadas de la luz astral de la estrella más cercana en que me refugio
dentro de libros, arcanos, raros e incluso llenos de ironías y sarcasmo.
Y pongo esa mirada perdida en el espacio, que me lleve al
cosmos, me lleve más allá de Sirius o cuando menos me deje pasear por la
biblioteca de Marte. Siento esas caídas al tiempo ancestral y abominable de un
éter ambiguo y monstruoso, o me ´pierdo entre tantos pensamientos hasta caer en
un lapsus de inconsciencia y debato con ese otro yo que está encerrado en el
baúl.
Se invocan a los seres que también bailan a estas horas,
para pasearlos dentro de ésta dimensión.
-Eh Jefe, ¿que anda haciendo?-
Se escuchan sus voces, ahora tratan de entrar a mi mente, ¡ah!,
¡quieren preguntarme sobre este mundo y desearlo!, ¡quieren entrar en él!
-¿Por qué la cara tan abrumada?, ¿no sería mejor si tuviera
la luz prendida?- Dice una voz a mi lado. ¡Los seres están aquí, han entrado a
ésta dimensión!
Y en un acto desesperado, los seres se arrojan hacia el interruptor de la luz…
-¡No prendas la luz! ¡Matas la bruma, a la terrible penumbra
que come todo y abarca los confines de la realidad!- le grito al monstruito que
ya llevaba un rato dando vueltas alrededor de la silla tratando de llamar mi
atención.
-Pero jefe, allá
afuera hay un poste de alumbrado, hay bastante luz, además con la luz prendida
no estaría tropezando.- Me decía señalando la obvia luz emitida del exterior colándose
a través de una rendija de la ventana cerrada. No me importaba dar vueltas
alrededor de la habitación cada tanto al agotarme del pensamiento redactado.
-Ahhh, pero es que caigo entre las rocas multidimensionales
de un abismo sin control. –le decía, parecía que muchos de mis pensamientos y
palabras no llegaban realmente a coincidir.
-Jefe, son las sandalias…- Decía el monstruito con ese gesto
que ponen los niños cuando tienen el objeto señalado entre manos.
-Mmm.-
-Bueno, si quiere siga en su penumbra, yo estaré en el
televisor por si de aburre de sus sombras y sus hojas para colorear.- dijo el
monstruito al encender el televisor y sintonizar uno de esos canales de
caricaturas. No tardará en aburrirse y probablemente encienda la consola y
juegue videojuegos otra vez hasta el amanecer mientras sigo escribiendo.
Creo que si sigo así cada noche, podría tener todo un
poblado de monstruos viviendo a mis costillas.
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