Vivimos montados en una pila de
chatarra; chatarra mental, ideas dispersas, tanto que usar, tanto que
reciclar y sin embargo seguimos creyendo que es una ciudad.
Pero en realidad son escombros, ruinas
de una antigua gran idea, fragmentos del concreto de la realidad que
se fractura a cada paso vertiginoso de sus supuestos habitantes.
Hoy cambiemos esto, veamos nuestro
capital, nuestros recursos mentales, nuestros recursos naturales,
hagamos un esfuerzo todos juntos y busquemos lo necesario y vendamos
la mitad del planeta a Marte...
Puede que sea buen material de mercado
si lo llevamos más allá, tal vez a un mercado a un par de galaxias
de distancia.
Cierto, puede que Marte no sea el mejor
comprador, aún no se ha dignado a mostrar sus civilizaciones
ocultas.
O puede ser que sea otra pila de
chatarra llena de herrumbre y por eso se vea rojo, planeta oxidado.
Vivimos en una distopía, solo que no nos damos cuenta. El mundo se cae a pedazos, y todavía no comprendemos que hacer con los fragmentos. Se acercan tiempos interesantes, y solo nosotros sabremos cómo llevarlos. La chatarra no existe en la naturaleza, solo átomos y nutrientes que pueden ser aprovechados de una mejor manera cada vez. No vendamos chatarra, ni siquiera al vecino rojo. Hagamos y vendamos valor agregado. Usemos la chatarra, y hagamos algo nuevo.
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