La redacción de un texto, muchas
veces puede confundirse con el puro hecho de poner una idea, darle un aspecto
revoltoso o mítico y hacerla pasar por un gran ejercicio de escritura, sin
embargo es justo ahí donde el trabajo editorial comienza.
Pues no solo es que el texto esté
puesto en tinta, son que debe cumplir con varias expectativas, tener un alto
nivel de exigencia o calidad, así como finura o refinado en la propia manera en
que es redactado.
Cuando el humano deja el texto recién
escrito bajo su cama, muchas veces parece atraer a criaturitas curiosas que
juguetean con las letras, tratan de darle luz y magia. El caso se ha dado entre
pixies y hadas, que revolotean entre los renglones,
juegan a tomar el té con los signos de puntuación dejan marcas de sus pies y manos por todos
lados.
Los segundos en llegar son los duendes,
aún creen que cada texto que contengan las palabras: magia, bosques, sueños o tesoroes, pueden forjar nuevamente
calderos llenos de oro y riquezas, cuando
en realidad llenan de mordidas las hojas y muchas veces las usan pare encender
los altos hornos que tienen en sus casas.
Quien hayan visto esto, sabe que
su texto ha desaparecido y no lo
encuentran por mucho que busque.
Pero el trabajo mágico, tenebroso
o desconocido de una edición de textos, la hacen los monstruos.
Es en la madrugada cuando esos
autores despiertan, siguen revolcándose en su cama o tan solo se quedan
meditando viendo al vacío. La idea viene a su mente y registran todo esa
desembocadura en tinta, notas al pie de las páginas del último libro leído, notas
atrás, al reverso y anverso de la libreta, hojas o servilletas abandonadas a su
suerte cuando por fin el arenero hace su trabajo y deja en amplios campos
oníricos al autor.
El trabajo del monstruo comienza,
devora las letras, muele los huesos de la estructura, la gramática se segrega a
sí misma, todo es cuestión de recrear el texto.
Los cuernos de algunos monstruos
tienen la función de ser receptores (semejantes a las antenas), así pueden
recibir parte de los pensamientos y emociones del escritor (al fin y al cabo,
está dormido y no recuerda del todo lo que ha escrito ya).
Las letras muchas veces pueden causar
indigestión, pero en realidad tiene que ver con el papel.
Tras la ingesta, los monstruos
reescriben, copiando la letra, palabras y estilo del autor, crean con polillas
inversas nuevas hojas de papel, o cartón o servilletas y reescriben de forma
coordinada, ordenada y concreta las ideas del autor. Por muy estrafalaria que
sea la idea, el cuerpo de monstro lo readapta y deja en perfecto estado para
que el autor lo encuentre por la mañana.
Tras varias horas y cercano el
amanecer, el monstruo vuelve a su dimensión bajo la cama, dejando el trabajo
listo.
El pago, son solo pesadillas,
libros, esas molestas suegras, los pares de calcetas, y sandalias nuevas…
claro, solo comiendo una sandalia de cada par para evitar sospechas. Ocasionalmente
se aceptan galletas junto con un vaso de leche.
Finalmente he de decir que si
vuestra merced de redacción pide nuestros servicios, no dude en dejar sus
notas, escritos, cartas de amor u homicidas, auditorias y desbarajustes bajo la
cama. Por nada del mundo las deje bajo la almohada, cerca del closet ni mucho
menos en el árbol de navidad.
Atte.
Colmillo de Marfil Torcido,
Editor en jefe, cabecilla de los monstruos hueso largos y marfil azorado.
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