miércoles, 16 de mayo de 2012

Monstruos bajo la cama.




La redacción de un texto, muchas veces puede confundirse con el puro hecho de poner una idea, darle un aspecto revoltoso o mítico y hacerla pasar por un gran ejercicio de escritura, sin embargo es justo ahí donde el trabajo editorial comienza.

Pues no solo es que el texto esté puesto en tinta, son que debe cumplir con varias expectativas, tener un alto nivel de exigencia o calidad, así como finura o refinado en la propia manera en que es redactado.

Cuando el humano deja el texto recién escrito bajo su cama, muchas veces parece atraer a criaturitas curiosas que juguetean con las letras, tratan de darle luz y magia. El caso se ha dado entre pixies y hadas, que revolotean entre los renglones, juegan a tomar el té con los signos de puntuación  dejan marcas de sus pies y manos por todos lados.

Los segundos en llegar son los duendes, aún creen que cada texto que contengan las palabras: magia,  bosques, sueños o tesoroes, pueden forjar nuevamente calderos llenos de oro y riquezas, cuando en realidad llenan de mordidas las hojas y muchas veces las usan pare encender los altos hornos que tienen en sus casas. 

Quien hayan visto esto, sabe que su texto ha desaparecido y no lo encuentran por mucho que busque.

Pero el trabajo mágico, tenebroso o desconocido de una edición de textos, la hacen los monstruos.

Es en la madrugada cuando esos autores despiertan, siguen revolcándose en su cama o tan solo se quedan meditando viendo al vacío. La idea viene a su mente y registran todo esa desembocadura en tinta, notas al pie de las páginas del último libro leído, notas atrás, al reverso y anverso de la libreta, hojas o servilletas abandonadas a su suerte cuando por fin el arenero hace su trabajo y deja en amplios campos oníricos al autor.

El trabajo del monstruo comienza, devora las letras, muele los huesos de la estructura, la gramática se segrega a sí misma, todo es cuestión de recrear el texto.

Los cuernos de algunos monstruos tienen la función de ser receptores (semejantes a las antenas), así pueden recibir parte de los pensamientos y emociones del escritor (al fin y al cabo, está dormido y no recuerda del todo lo que ha escrito ya).

Las letras muchas veces pueden causar indigestión, pero en realidad tiene que ver con el papel.

Tras la ingesta, los monstruos reescriben, copiando la letra, palabras y estilo del autor, crean con polillas inversas nuevas hojas de papel, o cartón o servilletas y reescriben de forma coordinada, ordenada y concreta las ideas del autor. Por muy estrafalaria que sea la idea, el cuerpo de monstro lo readapta y deja en perfecto estado para que el autor lo encuentre por la mañana.

Tras varias horas y cercano el amanecer, el monstruo vuelve a su dimensión bajo la cama, dejando el trabajo listo.

El pago, son solo pesadillas, libros, esas molestas suegras, los pares de calcetas, y sandalias nuevas… claro, solo comiendo una sandalia de cada par para evitar sospechas. Ocasionalmente se aceptan galletas junto con un vaso de leche.

Finalmente he de decir que si vuestra merced de redacción pide nuestros servicios, no dude en dejar sus notas, escritos, cartas de amor u homicidas, auditorias y desbarajustes bajo la cama. Por nada del mundo las deje bajo la almohada, cerca del closet ni mucho menos en el árbol de navidad.

Atte.

Colmillo de Marfil Torcido, Editor en jefe, cabecilla de los monstruos hueso largos y marfil azorado.


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