Destellando a lo lejos, vienen las memorias de algún viajero que ha atravesado
los mares estelares.
Desde las nebulosas hasta Sirius, dio vuelta en “u” cuando
pasó por Alfa Centauri y dio vuelta nuevamente para alejarse de la vía láctea.
El viajero escribió un libro y lo dejó atrás, olvidado en
alguna biblioteca en las afueras de Marte. Lo encontró mi abuelo y lo trajo a
casa creyendo que algún día podría descifrar
sus inescrutables secretos, pero la abuela lo tomó y lo dejó acomodado en el desván
para limpiar la casa.
Pasaron los años hasta que, buscando un diccionario,
encontré el libro del viajero más allá de la estratosfera. Creí escuchar un trueno al
abrirlo y lo lleve a casa para conocerlo.
Tras constantes movimientos de rotación y traslación del
planeta, fue creciendo mi imperioso deseo por comprender dicho ejemplar, pero las palabras
se escondían, lejos de toda luz y explicación, logrando que por la desesperación,
arrojara el volumen interestelar bajo la cama.
Al anochecer, una luz ensordecedora me despertó y bajo la
cama, el libro había cobrado vida y cantaba la historia del viajero.
“Es una idea fantástica, verte a través de ojos que no son
míos, como los cuentos que se leen para niños, riendo tras la pintura, caminas
entre sombras y te muestras a la luz con más de mil formas”.
Cada noche volvía bajo la cama, y volvía a escuchar el canto
del viajero envuelto en luces e imágenes.
“Nunca has existido, y sin embargo ahí estas, delirante
entra en la mañana y la tarde, danzando en estelas del cosmos, ritmos de
galaxias que se expanden en las mentes delirantes tras libros y estanterías”.
Pasaba las páginas mientras construía mi propia nave. Ahora
que el mundo giraba tan rápido, podía viajar más allá de los cielos azules.
“Desde ahí suspiras, entre la onírica taciturna en formas de
lunas y mostrándole con el brillo de los astros indómitos”.
Finalmente, el día que dejé a tras mi propio mundo con el
libro en manos llegó.
Y dirigí mi nave hacia el cosmos.
Pregunté en Marte sobre el viajero y la editorial que haya
creado el libro y me dieron la dirección del otro lado de la galaxia.
Puse dirección hacia las nebulosas y la bifurcación más allá
de Alfa Centauri, seguí el cometa que transitaba en dirección a un si marchito
y di vuelta en “u” para volverme hacia Sirius, el gigantesco.
Los vientos solares me llevaron en un sinfín de direcciones,
me alejé de agujeros negros y súper novas, llevando mi embarcación más allá de las
ruinas de planetas desérticos hasta que llegué al sitio.
El viajero lo cantaba:
“Entre las ruinas de un mundo hecho arena, la plegaria de
los dragones y el canto de las sirenas”.
Frente a mí, un mundo que resplandecía, sus días eran
brillantes y coloridos. Las noches eran sobrecogedoras, una neblina sulfuran te
de colores lilas y verdosos se movía, brillante y con vida con el rostro oscuro
de tan lejano planeta.
El libro no cantaba ahora, parecía estar expectante a lo que ahí encontraría, y me acompaño
mientras bajaba a la superficie del planeta, estuvo a mi lado al momento de
poner un pie en el suelo del planeta desconocido y parecía suspirar al llegar frente al primer
gran fortaleza.
Alcé la mano para empujar el portón, y el libro cantó:
“Una ciudad sin polvo, resplandeciente como la plata y tan oscura
como un bosque tenebroso”.
Y en su interior, los seres de otra época, viviendo lejos de
toda civilización. Observando
través de sus ojos llenos de curiosidad,
me invitaron pasar, a comer y beber,
dormir y soñar, dejar pasar los eones de ida y en inversa en vórtices atemporales.
Miles de cuentos e ilusiones hechos una impresionantes
ciudad-mundo que cubría cada bosque, puerto, playa. Fortaleza de sueños y resguardo
de ilusiones.
Conocí al viajero (A) Ventura, y a su amada princesa (fanta)
Sía, y ví el esplendor de su reino.
Cuanto veía y escuchaba, lo cantaba y lo acompañaba, dejando
todo en el libro.
“Recuerdo la rima de las hadas, donde los seres del mar,
trolls, lobos y mantícoras buscaban la luz de Tirrlian”.
Escribí mi último verso antes de arrojar el libro a la
cabina de la nave y enviarla de vuelta, rumbo a Sirius, dejando a tras los
planetas en ruinas, dando vuelta en “u” y pasando por Alfa Centauri. Tras las
nebulosas y los viajes, llegaría hasta la biblioteca de Marte y se estrellaría
cerca, con la esperanza de ser alzado nuevamente entre los estantes y darle
nueva esperanza a aquel que entornara los ojos hacia su cubierta, que construyera su propia embarcación y viajara buscando.
“Y un mundo más allá de este cosmos se alza, donde aún
reinan la Aventura y la Fantasía”