De miradas perdidas en el horizonte, una vuelve y se vuelca
en el matiz del paisaje. Dentro del muy variado y
maquillado horizonte, se incluyen tonos delirantes entre los que destacan los púrpuras, verdes y azules kamikaze.
Recuerdo este sueño, es el que tuve alguna vez cuando era
pequeño, pero me dijeron que no podía todo ser color verde intenso y le puse
otros colores para que creyeran que estaba cuerdo.
Y creo que estoy cuerdo, solo que no concuerdo a la hora de
ver los tonos que me devuelve la mirada en el entramado alejado de la pupila y
que se reflejan con tanta confusión junto con los sonidos y los movimientos.
Pero primero vayamos a cómo es el horizonte.
Recuerdo bien como entraba
la luz por la pupila, esa cosa que se pegaba en el cerebro, se
desbordaba por transducción a las neuronas y se revolcaba en pedazos en los
hemisferios. A veces el cuerpo calloso interviene y le da algún nuevo matiz,
sustituye uno que otro engaño con tonos más veraces y cuando hago esto de
recordar, me vienen a la mente esos delirios fugaces.
Arrancando unos cuantos trozos de tierra, los pego en el
cielo para darle algo de tridimensionalidad, para que haya algo más que tocar
con la mirada, e igual, arranco del cielo algunos cuantos gramos y se los
aviento al agua, como si fuera limonada y la agito para que el oleaje haga
sombras y más formas.
Respirando mi Steam-Cannabis, sueño que me veo en sueños,
preguntándome lo que es etéreo, destilando lo real del onírico pensamiento.
No es que el mundo sea bárbaro y violento, solo diluyo la
supuesta verdad en un líquido ámbar con tonos de anís y ajenjo, el cual dejo en
una olla hirviendo mientras me suelto a los pensamientos en un desván viejo.
Siento que esas ideas son algo inciertas y volátiles; que no
es que sea verde o amarillo, solo que es violeta confundido en un prisma sin
brillo.
Son ilusiones que crean los que han perdido el sueño y vagan
en un mundo de sombras, limbo de los atestados por sus pesares, temerosos al acecho
en sus reales pesadillas.
Repongo la caldera y pongo algo más de ámbar, por un momento
creí ver un atisbo de terror asomándose por la ventana, pero era de esperarse
que entre sueño y sueño se pierda un poco el efecto.
Ahora solo es que me diluya en pensamientos de coloraciones
parpadeantes que, danzando, brincan del suelo y se desmayan en el firmamento.